domingo, 30 de enero de 2011

Los vecinos

Desde hace un tiempo se ha extendido la opinión de que la clase política española es uno de los principales problemas de nuestro país. Pues por muy políticamente incorrecto que parezca hacerlo, yo creo que no, o por lo menos creo que no son un problema que destaque ante otros.
¿Cómo me atrevo a pensar semejante herejía? Pues porque yo creo que nuestros políticos no son sino un fiel reflejo de lo que en conjunto somos los españoles.
Y además tengo pruebas.
Vivo en uno de los municipios de la Comunidad de Madrid con una mayor renta per capita. Las clases sociales son: clase alta, clase media-alta con mal gusto para las viviendas unifamiliares y clase media-media estilo "quiero y no puedo", la mía. De la capacidad adquisitiva del personal da una buena idea el precio de la vivienda (por donde yo vivo y en estos tiempos de crisis no bajan de los 500.000 €, ¿Adivinad quien vive en la única que no vale eso?). En resumen inmigrantes haberlos haylos, pero no se ven y no molestan. El caso es que al colegio al que va mi hija, que comparte manzana con un Hospital, lo rodean varias urbanizaciones. Y la acera del colegio, y del hospital, esta adornada por un extenso muestrario de mierdas de perro.
No debe ser porque los vecinos no tengan sitio para sacar a sus mascotas a giñar, que estamos en mitad de la sierra. Será por comodidad, claro, bueno por comodidad y por sus santos cojones. O a lo mejor son tan ecologistas que prefieren no contaminar el monte con las defecaciones de sus perros con pedigrí. Aquí no cari (al chucho) que ensucias la sierra, allí donde el colegio, que además es público.
El caso es que si estos modélicos vecinos de unifamiliar y todoterreno son capaces de organizarse cual mente colmena para poblar de mierda el idílico entorno colegial, ¿de qué no será capaz su alcalde?.

martes, 25 de enero de 2011

El sitio con el mejor nombre del mundo

Tiburon, CA al lado de San Francisco.

PS. Tiburon, que no Tiburón porque así lo escriben ellos

domingo, 23 de enero de 2011

Marcas que me marcaron

Las reglas son las reglas y hoy toca hablar de marcas que me marcaron. Preferiría hablar de casi cualquier otra cosa pero...A mi la verdad es que marcarme me marco la ya extinta Caja de Ahorros de Albacete, luego CCM y finalmente SIP Cajastur, CCM, CAM, Caja Cantabria y Caja Extremadura, y es que esto de los SIP sí que vertebra España y no el AVE. El caso es que mi padre ha sido hasta su reciente jubilación empleado de la entidad financiera que en mi casa siempre ha sido conocida como "la caja", así en minúsculas, que es más familiar. Aquella relación laboral marco mi infancia, ...para mal. Y es que el encargado de la mercadotecnia de la Caja de Albacete tenía un pesimo gusto para la elección de los regalos promocionales de la imagen de la caja. La culpa en parte era también del logo (del que no he encontrado en la red imagen alguna), un triangulo amarillo huevo rasgado por unos arañazos rojos que terminaba plasmado en camisetas, gorras, polos, llaveros, guantes (sí, guantes, amarillos con el logotipo rojo impreso en plástico tóxico que todavía circulan por casa de mis padres) y paraguas. Los llaveros, los guantes y los paraguas me daban igual, con 13 o 14 años no usas esas tonterías. Las gorras y los polos eran algo cuyo uso podía evitarse. Pero las camisetas...como odio aquellas camisetas, había miles, de todas las tallas imaginables y a mi madre le encantaban. Cada año antes del verano se repetía la escena; Benito, le decía a mi padre, a ver si te pasas por la Asociación (Recreativa de Empleados de la Caja de Albacete) y te dan unas cuantas camisetas, que vienen muy bien para el verano. A la semana siguiente aquellas camisetas, que a juzgar por las cantidades que traía mi padre debían fabricarse en algún sitio donde el pedido mínimo se hacía en millardos, inundaban mi casa hundiendo a la vez mis pretensiones de que mi madre me comprase cualquier camiseta molona de verdad. Si ya tienes un montón de camisetas que te trajo tu padre, decía. Pero son todas iguales, respondía yo. Mejor, así si te ensucian mucho o las rompes coges otra y listo. Pero yo quiero una .... ¡Uy!, ni hablar, y recoge tu cuarto que esta hecho una leonera. Y asimilando mi habitación a un recinto zoológico terminaba mi madre con mis esperanzas de librarme de aquellas camisetas. Un año además hubo zapatillas de deporte, ¡zapatillas! Hay que joderse, solo faltaban los calzoncillos. Y encima aquello coincidió con el momento cumbre de las afamadas zapatillas de deporte J´Hayber, pues sin J´Hayber me quedé. Creo que he sido el único chaval español que vivió los 80 y no tuvo unas.
Por cierto, que decepción tan grande me he llevado al comprobar que todavía existe la marca. Yo esperaba que hubiese desaparecido y ahora las J´Hayber fuesen una codiciada pieza de coleccionismo. Pero no, resulta que se han especializado en Padel, las Jotajaiver, ¡esos zapatones con una suela de calzado de seguridad y una llama por logo que anunciaba Díaz Miguel se han especializado en padel!
Que viejo me siento.

domingo, 16 de enero de 2011

Leyendas urbanas y anhelos populares

Ricky Martin, un perro, mermelada (o nocilla, nutela, ...), el armario y ¡Sorpresa, Sorpresa! ... ¿Quién no tiene un primo que tenía un amigo que juraba haberlo visto? Es curioso como los rumores que se difunden de forma masiva han acabado por tener un término que los define, leyendas urbanas. Y lo de leyenda es fácil de entender, pero urbanas ¿por qué?. Supongo que urbano en cierto modo es sinonimo de popular, o de masivo y viene relacionado con ese espíritu de colmena que todas las grandes aglomeraciones humanas tienen.

Hace muchos años, un porrón más exactamente, asistí a un concierto de Mecano. Era en una plaza de toros, en plena feria de mi ciudad natal, y en aquella época Mecano estaba en el apogeo de su carrera así que al concierto asistió todo tipo de gente. Desde fans acérrimos del grupo hasta el típico personaje que asiste a todo evento masivo que se tercie. El caso es que antes de que saliese al escenario, y desde el lateral en el que yo estaba, un señor (en aquel momento, para mí, un señor era cualquier persona con carnet de conducir) gritó, no había allí otra forma de comunicarse, que acababa de ver desnuda a Ana Torroja. Supongo que aquel tipo no veía muy bien porque yo que estaba a su lado, lo que vi con claridad fue a un bailarín vestido con una especie de calzoncillos-ferrys+corpiño que entraba y salía del lateral. Al momento todos sus colegas comenzaron a otear el escenario y a felicitar, tras renegar de su falta de atención a los detalles importantes de la vida, al afortunado cegato. El caso es que entre los grupillos de alrededor empezo a correrse la noticia y pronto todos los allí presenten estiraban el cuello y giraban la cabezas como las tortugas de las Galápagos. Cuando la verdadera Ana Torroja saltó al escenario aquella especie de ritual de avistamiento finalizó. Al salir del concierto, y ya fuera de la plaza de toros, todavía escuché a un par de tipos que parecían esperar a sus amigos comentar el incidente en otros téminos, ¡había salido desnuda al escenario!, mientras se aseguraban el uno al otro que los motivos del avistamiento estaban fuertemente relacionados con el carácter frívolo de la cantante del grupo (que según ellos la Torroja era una guarra de tomo y lomo). También comentaban que era una pena no haber asistido al concierto pues semejante contemplación bien habría merecido las pesetas que la entrada les pudiera haber costado. Es curioso como ninguno de ellos llegó a plantearse que aquello que habrían oído de segundas o terceras partes, y que además era poco probable que hubiese sucedido tal y como ellos lo imaginaban, pudiese ser falso.

Hace no tanto una de mis leyendas urbanas favoritas tenía todavía menos probabilidades de ser cierta. Un ex-Presidente del Gobierno y una actriz mantenían un romance. Y aquello terminó por ser desmentido en prensa.

¿Qué hace que la gente se crea estas cosas? ¿Por qué alcanzan tal difusión? Mi opinión es que para que una leyenda urbana triunfe necesita dos cosas. La primera es que sea morbosa y sorprendente, la segunda que quiera ser creída, o sea que queramos, deseemos y disfrutemos con la posibilidad de que sea verdad. En general las personas, en nuestro fuero interno, tendemos a dar mayor probabilidad de verosimilitud a aquello que nos gusta y tratamos de negar lo que nos perjudica. Por eso la gente compra lotería de Navidad, pensando que les tocará. Y aunque sean racionalmente conscientes de que no tienen casi ninguna probabilidad de que sea así quieren (o queremos) pensar que a ellos no les afectarán las inexorables leyes de la combinatoria.

En resumen que a los españoles nos hubiese gustado que hubieran grabado y emitido el vídeo del perro en ¡Sorpresa, Sorpresa!. Aquellos tíos del concierto hubiesen disfrutado un rato largo de ver a Ana Torroja en pelota picada. Hay un montón de gente a la que le molaría que Aznar tuviese un rollo con la Guillén Cuervo, gente que probablemente comparte el deseo de que Paul de Aquellos Maravillosos Años fuese Marilyn Mason y de que a Ana Obregón le hubiese explotado un pecho (mejor dicho teta) en un avión. Gente que le desea un desgarro anal a Alejandro Sanz y quiere que el Rey disfrazado de motorista le ayude cuando tiene un pinchazo.

¡Dios mío, que rara es la gente!